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martes, 5 de enero de 2016

Texturas para blogger



viernes, 24 de julio de 2015

Cap. 12 (2ª parte); Redecoración:

Neji sabía que para seducir a la propia esposa era necesario tomar medidas desesperadas. También sabía que estaba obligado a aguantar un cierto sufrimiento.
Se alejó de la residencia Uzumaki durante unos días, diciéndose a sí mismo que esa ausencia podría hacer que ella lo echase de menos, pero la verdad era que necesitaba tiempo para conseguir contener su propio deseo. Los recuerdos del museo, del sabor de la boca de Tenten y la sensación suave y deliciosa de tenerla en sus brazos invadieron su sueño durante las tres noches que se mantuvo alejado, y dominaron sus pensamientos durante tres días. No obstante, era un sufrimiento muy dulce.

La tarde del sábado decidió que ya tenía suficiente control como para volver a verla, pero esta vez dudó de que fuera capaz de robarle unos cuantos besos en una esquina sombría. Hoy, su destino sería aguantar un tipo diferente de tortura. Intentaría llevar a Tenten de compras.

La sugerencia de que redecorara la casa que ambos compartieron durante los primeros días de su matrimonio no había sido recibida con el entusiasmo que él esperaba pero, si ella comenzaba a elegir cosas para la casa, podría empezar a sentirse parte de la misma, y eso podría ayudar a su causa. Él también sabía lo mucho que le gustaba ir de compras a su mujer.

Cuando esa tarde el Hyuga fue a buscar a Tenten, sugirió una vez más la idea de ir de compras al centro, pero de nuevo no encontró ningún entusiasmo por su parte.

Tenten: No quiero ir -dijo mientras se sentaba en un pequeño sillón en la salita de su casa- No me encuentro bien.

Neji: ¿Te ha dicho alguien alguna vez lo mal que mientes? Ponte una bufanda, coge tus guantes, una chaqueta y vamos.

Tenten: Te he dicho que no quiero redecorar tu casa.

Neji: También es tuya, compartimos nuestros bienes cuando nos casamos, ¿recuerdas? Con todos mis bienes terrenales, yo te bendigo, y todo eso.

Ella se cruzó de brazos: ¿por qué no llevas a Matsuri Sato de comparas? Le encanta ir al centro y adora gastar el dinero de su marido.

El ojiperla la examinó y supo que estaba echándole su relación con Matsuri en cara para que se fuera.

Supuso que podría hablarle de Matsuri, pero empezar con ese tema era como abrir un nido de serpientes y, sin duda, saldría escaldado. Podía contarle que tan sólo fue un amor vacío, para colmar sus necesidades físicas y nada más, pero dudaba de que eso supusiera alguna diferencia para ella. Hablar tan sólo empeoraría las cosas. Sin duda, terminarían peleándose y, ¿qué bien podría haber en volver a abrir esa herida? Su romance con la Sato había tenido lugar hacía cinco años. El futuro era lo único que importaba. Además, ningún hombre en sus cabales se tira de cabeza a un nido de serpientes.

Neji: ¿Prefieres caminar o que cojamos prestada la carroza de tu hermano? -preguntó suavemente.

Ella profirió un sonido de impaciencia, se levantó y caminó hacia la chimenea.

Tenten: Ya te he dicho que no quiero ir de tiendas -espetó por encima del hombro.

Neji: Tenten, te encanta ir de tiendas y sabes lo mucho que lo odio yo. Pensé que darías saltos de alegría ante la oportunidad de torturarme probando todos los cojines de las sillas y viendo alfombras importadas. Por no mencionar las joyerías, donde puedes convencerme para gastar una suma indecente de dinero por una gargantilla de rubíes y diamantes perfectamente inútil para enseñar a tus amigas.

Tenten: No necesito ninguna joya tuya. –dijo fríamente- Y, en cuanto a lo demás, ya te dije antes que no quiero gastar mi dinero en tu casa.

Ella estaba decidida a pelear ese día, pero él estaba igualmente decidido a que eso no ocurriera.

Neji: Si no quieres ir de compras, entonces haremos otra cosa. -pensó por un momento y preguntó- ¿Qué tal si llamamos a todos nuestros amigos? Eso sí que sería divertido. Podemos sentarnos en sus salones y hacer manitas como amantes. Las parejas casadas nunca se cogen de la mano, sobre todo nosotros. Para ellos sería un escándalo.

Tenten: No voy a llamar a nadie para hacer manitas contigo.

Neji: ¡Oh, muy bien, si vas a ser tan poco romántica! - compuso una sonrisa sarcástica- Podemos regresar al museo de tu hermano, he oído que hay unas deliciosas pinturas que han traído de alguna parte y que nadie, salvo los anticuarios, pueden ver. Tú eres la hermana de Naruto, así que podemos echarles un vistazo, ¿no?

Ella se volvió de nuevo.

Tenten: No lo creo.

Neji: Creo que son bastante eróticos -continuó él, y se dio cuenta de que su mujer se estaba poniendo colorada. Comenzó a reírse y se puso frente a ella, bajando la cabeza para mirarla directamente a la cara- ¡Pero bueno, Tenten, ya las has visto!, ¿no? ¿Conseguiste echarles un vistazo cuando tu hermano no miraba?

Tenten: No digas estupideces. -sus mejillas enrojecieron aún más y él supo que tenía razón. La idea de Tenten paseando por el museo Uzumaki para ver unas pinturas eróticas hizo que sus esperanzas fueran aún mayores.

Neji: La curiosidad saca lo mejor de ti -susurró él- Me hubiera gustado verlos el día que estuvimos allí. ¿Cómo son? ¿Están muy dañadas?, venga, Tenten -dijo impaciente ante su silencio- Puedes describírmelos, después de todo, soy tu marido.

Ella permaneció en silencio, enrojeciendo con furia, y él supo que aquellos frescos debían de ser bastante eróticos. No era extraño que hubiera tanta gente allí metida.

El ojiperla miró el cuerpo de su esposa y empezó a imaginarse diversas escenas carnales, por lo que perdió cualquier tipo de interés por llevársela de tiendas.

Neji: ¿Sabes? Cuanto más lo pienso más me gusta la idea de volver al museo. Probablemente no haya nada en esas pinturas que nosotros no hayamos hecho nunca. De hecho, si la sala en la que están tuviera algún tipo de cerrojo, podríamos probar algunas…

Tenten: ¡Vale! -gritó ella, empujándolo mientras se levantaba del sillón, como intentando detener sus palabras- iremos al centro. ¡Por Dios!

Dio media vuelta y salió de la salita, con el kimono de seda amarillo pálido y los dobladillos en encaje de oro, con un aura que emanaba irritación y el campaneo de su pasador de cabello tintineando a cada paso.

Neji: Pero yo he cambiado de idea -repuso él, riéndose mientras le daba alcance- Quiero volver al museo contigo y contemplar esas extrañas pinturas.

Tenten: ¡Ni hablar! -gritó por encima del hombro mientras abandonaba la habitación. Volvió unos minutos después, con sus manos enguantadas y una bufanda azul, color púrpura y narcisos amarillos. Se detuvo en el umbral y dijo- Bien, vayámonos entonces -y desapareció hacia la escalera sin esperarlo.

Puesto que ella no había expresado ninguna preferencia y hacía tan buen día, sugirió que caminaran. Ella estuvo de acuerdo pero, cuando él le ofreció su brazo, lo rehusó y caminaron hacia el centro uno junto al otro sin tocarse. Kyrian y Ketaro los seguían a una distancia discreta, dispuestos para portar paquetes si fuera necesario.

Cuando giraron hacia las callejuelas que daban al núcleo de la villa, Tenten se detuvo y él estuvo a punto de chocar con ella.

Tenten: ¿Qué quieres comprar? –preguntó

Neji: No tengo ni idea. Es tu territorio, no el mío. Las únicas tiendas que frecuento son la zapatería y las librerías. Ocasionalmente voy a mi peluque…-hizo un gesto grandilocuente hacia la calle- Guíame tú.

Ella miró a su alrededor, pensando un momento.

Tenten: quizá “Psyko” sea un buen sitio para empezar.

Neji: ¿Psyko?

Tenten: Telas, he oído que tienen unos nuevos terciopelos muy bonitos, y necesitas varias cortinas para algunas habitaciones. Las que tienes están un poco raídas. -se tocó el labio con uno de sus dedos enguantados, pensando- Aunque quizá quieras pintar primero alguna de las habitaciones. Tendremos que ver.

Un recuerdo le vino a la mente y el Hyuga se echó a reír repentinamente.

Neji: ¿Recuerdas cuando comenzaste a redecorar nuestra casa? -le preguntó mientras caminaban- Pintaste el dormitorio de ese rojo oscuro que luego odiabas. A mí me gustaba y quería dejarlo así. Tuvimos una buena pelea por ello.

Tenten: Y ganaste tú -contestó ella, deteniéndose ante la tienda de telas, esperando a que él abriera la puerta- solías hacerlo entonces -añadió por encima del hombro, mientras cruzaba el umbral- te enfadabas siempre que te llevaba la contraria.

Él la siguió al interior de la tienda abarrotada.

Neji: No sé -murmuró a su lado- Preferiría tener una conversación agradable contigo viendo cosas, aunque claro que lo recuerdo, tan sólo me costaba unos cuantos besos convencerte. Eso era lo divertido.

Tenten: ¡Desearía que dejaras de decir cosas de ese tipo!

Volvió a ponerse colorada, haciéndolo reír mientras la seguía por el largo mostrador donde reposaban las pilas de terciopelo; sin duda, los colores de moda de la temporada. Él se irguió ligeramente tras ella, mirando las telas por encima de su hombro.

Neji: ¿Por qué te enfadas cuando menciono cómo solía besarte y convencerte? -interrogó en voz baja, para que las señoras de alrededor no lo pudieran oír.

Ella lo miró con exasperación.

Tenten: ¿Vas a estar siguiéndome todo el tiempo como una sombra? -le preguntó, y se apartó unos pasos de él.

Neji: Veo que no vas a contestar -rodeó el mostrador colocándose frente a ella- ¿Sabes que hoy pinchas más que un erizo?

Tenten: Tengo cuatro buenas razones -le espetó en un susurro- No, cinco, si contamos a Matsuri.

Él no respondió, en cambio, alzó una pieza de terciopelo verde musgo, sabiendo que a ella le gustaba ese color.

Neji: ¿Qué tal ésta?

La princesa lo observó y ladeó la cabeza.

Tenten: Estaría bien en la biblioteca, con las paredes de color amarillo mantequilla y los libros de cuero, quedaría muy atractiva. ¿No crees?

Neji: ¿Entonces, te gusta?

Miró los tejidos extendidos sobre el mostrador.

Tenten: No importa si a mí me gusta.

Neji: Me importa a mí, Tenten.

Ella no contestó, permaneció de pie con el corazón en un puño, manoseando el terciopelo entre sus dedos enguantados.

Neji: ¿Te gusta? –repitió

Ella se balanceó de un pie a otro, suspiró y lo miró.

Tenten: Sí, me gusta. ¿De acuerdo?

Una pequeña concesión. Pero él la aceptó. Sonrió.

Neji: Sabía que te gustaría, por eso la escogí.

Tenten: ¿Cómo sabías que me gustaría?

Neji: Te gusta el verde, lo recuerdo bastante bien. Un punto para mí, ¿no crees?

Tenten: No necesitas estar tan complacido contigo mismo.

Luego su esposa se sumió en el silencio, roto tan sólo por alguna pregunta ocasional en cuanto a su opinión sobre algunos tejidos.

Siguieron por el mostrador y ella continuó hablando de esa forma tan impersonal, como si él la hubiera contratado para decorar su casa. Él quería una sonrisa, una risa, un beso. Maldita sea, quería complacerla.

De pronto, atisbo una pieza de tela de un color que ella odiaba, lo que le dio una idea y cogió la pieza de terciopelo.

Neji: He cambiado de parecer sobre el verde de la biblioteca. Quiero éste.

Tenten levantó la mirada y observó el tejido en sus manos, después lo miró a él.

Neji: ¿Qué?

El ojiperla trató de aparentar seriedad.

Neji: Sí, esta tela me gusta mucho más que la verde.

Tenten: Es naranja –pronunció, horrorizada.

Él la miró, pretendiendo pensar en el problema, y después volvió a mirarla a ella, con toda su inocencia.

Neji: Me gusta el naranja. ¿Qué tiene de malo el naranja?

Tenten: Lo odio, ¡es un color chillón, horrible!

Neji. Pero, Tenten, a mí me gusta.

La expresión de su mujer era un poema.

Tenten: ¡Nuestra biblioteca no va a ser naranja de ninguna manera!

Neji: ¡Al fin! -exclamó, agitando la tela en el aire, ganándose las miradas de las mujeres que lo rodeaban y una mirada de reproche de ella- Al fin una victoria.

Tenten dirigió una mirada incómoda a su alrededor.

Tenten: ¿De qué estás hablando?

Él sonrió y habría maldecido si todas las cotillas jamás conocidas no hubieran estado en la tienda.

Neji: La has llamado “nuestra biblioteca”

Ella alzó la barbilla y miró a ambos lados.

Tenten: No

Neji: Sí, y ya no puedes retirarlo.

Ella volvió a dirigirle la mirada.

Tenten: Eso era una trampa, Hyuga -se quejó, acusándolo- en realidad no te gusta ese naranja, ¿verdad?

Neji: claro que no, solo a un ciego le gustaría. Pero eso no cambia el hecho de que hayas dicho “nuestra biblioteca”. ¿Sabes lo que eso significa? -le dirigió una mirada triunfal- He ganado un punto.

Tenten: ¿Un punto? ¿De qué estás hablando?

Neji: Si consigo puntos suficientes, gano.

Tenten: Puntos, ¿ya estamos con otro jueguecito?

A pesar de todos sus esfuerzos, una pequeña sonrisa apareció en su boca.

Tenten: Así que, ¿en este juego también me toca ser premio y contrincante?

Neji: Parece que sí. ¿Cuántos puntos crees que necesito para ganar?

Ella profirió un sonido que bien podía ser una risa, pero se tapó la boca con la mano, suavizándola. Tras un segundo o dos, bajó la mano y una vez más comenzó a mirar las telas sobre el mostrador.

Neji: ¿Cuántos, Tenten?

Tenten: Miles y miles.

Neji: No tantos, dame un número.

Tenten: Bien -se detuvo por un instante y dijo- Dieciocho mil setecientos cuarenta y dos.

Neji: Me lo estás poniendo demasiado fácil y eso significa, por supuesto, que tengo otro punto más.

Eso hizo que ella volviera a alzar la mirada.

Tenten: ¿Por qué?

Neji: Si realmente me odias tanto como dices, me hubieras dicho que necesito al menos un millón de puntos. ¿Ves cómo funciona el juego?

Tenten: ¡Eres tan insufrible! -sostuvo una pieza de tela de color beige, con hojas doradas bordadas en ella.

Tenten: ¿Qué piensas de ésta para el cuarto que da al jardín?

Neji: ¿Y esta otra? -tomó una muestra color fucsia intenso y, aunque una vez más intentó parecer serio, no lo consiguió.

Ella sonrió, esta vez de verdad.

Tenten: ¿fucsia, Neji? está claro que no para la sala el jardín, pero sería un color perfecto para tu dormitorio.

Dejó la muestra y se inclinó sobre el mostrador, acercándose más a ella.

Neji: ¿Eso hará que entres en él? -preguntó en voz baja.

Ella no dudó ni un instante: No

Neji: Entonces no importa. Pretendía hacer un sacrificio, pero sería en vano. En vista de ello, sólo queda una propuesta útil para un terciopelo de ese color.

Tenten: ¿Qué propuesta?

Neji: Un abrigo para mi amigo Lee.

Esta vez, ella sí se rió y dejó que su espíritu se liberara por un momento. El recuero de un pelinegro con un peinado estilo tazón de desayuno, con ropa verde ajustada, sonrisa cegadora y una chaqueta fucsia pudo con ella…la risa salía a raudales sin poder hacer nada por evitarlo.

Neji: ¿te he contado la última rima que hice con Shino sobre su última novia?

Tenten: No, ni quiero saberla. –dijo intentando recuperar algo la compostura.

Neji miró a su alrededor para asegurarse de que nadie podía oírlos y, nuevamente, se inclinó sobre el mostrador. En un murmullo apenas perceptible dijo: “Hubo una vez una vez una mujer a la que le gustaban las mayas…pero al parecer nunca atinaba a quitarlas”

Tenten se rió, olvidando por un momento que se suponía que lo odiaba.

Tenten: Es una de las rimas más feas que he oído jamás -dijo riéndose todavía.
Se rieron juntos.

Neji: Lo sé, pero al menos he ganado diez puntos.

Tenten: ¿Diez?, te daré dos. Es tan horrible que no merece mucho más.

Neji: claro que es horrible, piensa en el tema. Además, ¿has intentado alguna vez algo que rime con mayas? Es muy difícil y, tras verme obligado a soportar dejarme ver con Lee con las pintas que éste siempre lleva…es más de lo que cualquier hombre podría haber soportado (en aras de la amistad) además…tu no conociste a su novia…esa repelente hiperactica y lasciva mujer…cada vez que lo pienso me da un no se que –se estremeció- En cualquier caso, la rima sí era precisa.

Tenten: Precisa, ¿por qué?

Neji: Cuando estoy cerca de ella, siempre tengo esa sensación ofuscada, casi enfermiza, como si tuviera que escuchar a alguien cuya mente está absolutamente vacía de materia gris. Lo único que parece interesarle es tocar lo que se esconde bajo las mayas de mi amigo.

Ella volvió a reírse mientras él la miraba, el brillo dorado de su cabello y su sonrisa radiante, conteniendo la respiración. Siete años podían haberlos cambiado a los dos, pero había una cosa que seguía siendo la misma. Cuando Tenten reía, era como si saliera el sol. Sabía que iba a necesitar más rimas.

De pronto, su risa se apagó y su cara radiante se veló. El sol se ocultó tras una nube y fue como si un viento seco hubiera entrado en la tienda. Él se volvió para mirar qué era lo que había producido esa terrible mirada de su rostro.

Una bella mujer de pelo castaño con un gorro de lana color cereza estaba inclinada sobre el mostrador en el centro de la sala, mirando las piezas de tejido y sonriendo mientras hablaba con las mujeres que la rodeaban. Ella alzó la mirada y captó la de él. Cuando le hizo un gesto de reconocimiento, su rostro esbozó una fugaz mueca de ternura. Neji hizo una inclinación a modo de respuesta y ella miró hacia otro lado.
Era su ex amante, la misma que estuvo en los palcos del segundo piso el día que estuvieron en el teatro clandestino.

Hacía mucho tiempo que no veía a Sadako, pensó, casi dos años al menos, quizá más. Tenía buen aspecto, y eso estaba bien. Sadako siempre había sido una mujer cálida y amable.

Neji observó cómo pasaba a su lado y se volvió justo a tiempo para ver a Tenten saliendo por la puerta de la tienda. Sintió una sensación de hundimiento en las entrañas, temiendo que todos los progresos que había conseguido seduciendo a su mujer hubieran quedado reducidos a cenizas.

Continuará………….

viernes, 13 de septiembre de 2013

NejiTen: El sol Retorcido

Capítulo 5: Chispas

A menudo, investigando en internet sobre el sadismo, me he dado cuenta de que la gente lo llega a ver como una personalidad más, como una esquizofrenia. Para mí no es una polaridad, sino otra parte de mí mismo ser, de la misma Tenten que hace tortitas o sale de compras, la que juega, canta y cuenta chistes, parte de mi misma persona, de mí día a día.

No es algo que aflore solo en determinados momentos, que se controle a placer, simplemente está allí, acompañándote incluso cuando te olvidas de él. Y no hay más.

Ahora mismo, observando a Neji de cuerpo desnudo, y colgando del techo, podía apreciarlo mejor. Sus formas eran la perfección masculina y el juego de luces realzaban sus músculos, definiéndolos con carácter.

Del gancho de latón sobresaliente de la pared, un nido de cuerdas apresaban las muñecas de pelinegro, uniendo la presa al artilugio. Igual que un anzuelo y su sedal.
A pesar de la altura del hombre, sus pies apenas rozaban el suelo, obligándolo a permanecer de puntillas para mantener el equilibrio.

-Ábrelas- maticé, con un simple roce en las rodillas.

Sus ojos brillantes destilaban deseo. Me separé un poco, sin apartar la mirada de su cuerpo. Su polla agitada, me secundaba con buen ánimo en mi obra de destrucción.

Permanecí callada en el retumbar del silencio, solo alterado por nuestras respiraciones, en lo que dura un momento, una fantasía, un recuerdo.  Callada durante mucho tiempo, con la sabiduría de que una vez satisfechos sus sentidos, la belleza de aquella mujer que los había saciado perdía todo su atractivo. Triste pero cierto.

Neji, pese a no estar amordazado, no emitía una súplica, ni queja o reproche.  Sabía que me gustaba tomarme mi tiempo y que se retorciese inquieto como un colegial. Le sonreí y con lentitud premeditada deslicé ambas manos bajo mi vestido de gala, mostrándole en los destellos que la apertura lateral permitía, la cima de mis muslos.

Me acaricié los flancos, después más arriba, metiendo una mano dentro de mis diminutas braguitas de encaje, mientras que con la otra acariciaba mis labios, apetitosos y traviesos, forjando una demostración de lo que podría permitirle hacerme.

Neji contuvo el aliento con un jadeo que jamás deja de excitarme. El sonido de un hombre al que has dejado sin aliento en increíble.

Di otro paso atrás y deslicé las bragas cintura abajo, a la altura de las rodillas me incliné hacia el suelo, haciendo que la abertura del vestido rotara unos 90 grados, exponiendo mi trasero y mi coño ya cremoso.
Neji estaba púrpura, ruborizado a más no poder.

-Termina de bajármelas con el pie. –decidí. Y así lo hizo. Las pateé con uno de mis recién estrenados tacones y lo recoloqué de nuevo a mis gusto, con las piernas bien abiertas.

Me levanté con lentitud, rozando la mejilla contra su polla. Mi aliento por su vientre, la punta de mi lengua en el pezón. Mis labios sobre la clavícula, nuez, orejas, nariz, hasta quedar de frente. Ventajas de ser una jirafa con tacones.

Ahuequé una de sus mejillas con la mano, besándolo sin cerrar los ojos, enseñándole exactamente cuánto lo deseaba. Tiró de las cuerdas. Era inútil. Se encontraba a mi merced. Sonreí. Pobrecillo. Me encantaba tener el control, tocar, jugar, hacer mi voluntad. Por eso no puedo imaginarme lo que debe de ser no solo no hacerlo, sino que además, tampoco poder.

Volví a inclinarme, con el torso hacia el suelo y de espaldas a él, hasta que mi culo desnudo rozó su virilidad. Con una mano lo guié hasta mi interior, con la otra me sostenía a uno de sus tobillos.

-Muévete. –ordené. Y no me defraudó, como siempre.


Conti………….

sábado, 29 de junio de 2013

Cap.17: “Tic-tac; Tiempo muerto



Hasta que aparecieron los primeros rayos de la fría luz del día, el deseo y la rabia de Neji no empezaron a calmarse, y su cerebro no pudo comenzar a funcionar de nuevo y con claridad. De hecho, tenía bastante en que pensar, pues debía ver cuál sería su próximo movimiento.

Contempló su plato y removió cansinamente los huevos y el beicon con el tenedor. Si aquella noche había pensado algo, lo cual era dudoso, tan sólo había sido cómo podía haber aprovechado la bendita oportunidad que se le había brindado lo más rápidamente posible. Quizá debería haber ido más despacio, debería haberla convencido, engatusado y relajado en el dormitorio, arriba. Pero no lo hizo y, además, había empeorado las cosas poniéndose autocrático y recordándole que ya habían pasado las tres semanas. Si no se iba con él hoy mismo, tendría que ir a la Cámara, presentarse ante el Consejo de Ancianos, puesto que no podía echarse atrás.

Incluso entonces, cuando vivían juntos, también tenía que cortejarla de alguna manera para llevarla al dormitorio. Dejó caer el tenedor en el plato con un juramento de exasperación. Ningún hombre debía ser tratado así por su propia esposa. Muchos otros, en esa misma situación, la habrían arrastrado hasta el lecho conyugal y habrían consumando el acto. Pero lo que otros hombres hubieran hecho no lo ayudaba en nada. Él no era ese tipo de persona, nunca lo había sido.

Dios santo, quería una mujer que lo deseara, una mujer apasionada, ¿era mucho pedir?
Tenten había dicho que no podía confiar en él. Pero él no se había dado cuenta de que la confianza iba en dos direcciones, y también la habilidad para infligir daño. Podría haberle prometido que nunca volvería a la cama de ninguna otra mujer, pero no estaba dispuesto a hacer esa promesa a menos que pudiera confiar en que no lo rechazaría cada vez que se enfadara. Neji no iba a ser víctima de ningún chantaje sexual por parte de ninguna mujer, y eso es lo que ella había hecho, aunque no se diera cuenta. ¿Cómo podían superar aquello?

Pensó en la sugerencia de su amigo Sasuke, que Tenten y él pudieran ser amigos. Parecía una mala idea, pero el Uchiha estaba un poco loco; siempre lo había estado.
 
Neji suspiró y se echó hacia atrás, mirando los botecitos de mermelada sobre la mesa. Fresas y albaricoque. Desayunos eróticos cada deslumbrante y maravillosa mañana.

Aquellos días habían quedado relegados al fondo de su mente hacía ya mucho tiempo y allí habían permanecido durante años como otros sueños brumosos, medio olvidados, de su temprana juventud. Ahora regresaban de nuevo, devolviéndolo a un tiempo en el que había estado contento, incluso feliz. También había hecho feliz a Tenten, estaba seguro de ello. Tenía que haber alguna manera de volver a todo aquello. No podía creer que todo se hubiera perdido para siempre.

“Ser amigos.”

El ojiperla se desperezó sobre la silla, mirando los botes de mermelada. Quizá Sasuke estuviera tramando algo. Tenten y él habían sido amigos una vez, eso fue lo que fueron durante algún tiempo, aquel verano y aquel otoño en La Nieve. También habían sido amantes, y peleaban y se reconciliaban como amantes, pero se reían y se divertían, y nunca se había sentido tan satisfecho de la esposa que había elegido como entonces. Pero, después, todo había ido a peor.

Deseaba, ¡Por Kami*!, cómo lo deseaba, que todo pudiera volver a ser igual, y estar en ese mismo instante tomando el desayuno con ella en la cama, quitándole la mermelada del rostro con un beso. Justo en ese momento, cuando parecía una posibilidad tan remota.

-El correo de la mañana, señor.

Era tan extraño ser llamado “señor” con tan solo 24 años. Aún no se acostumbraba. Claro era que en algunos círculos y actos sociales, a su nombre le precedía el título de “Príncipe Consorte”; lo cual era como una mala espina atravesada en el costado. Desde la separación con Tenten él ya no acudía a actos de importancia social (se había autorelegado a permanecer en otros círculos), al saber que Ella tendría que hacer acto de presencia, se esquivaban. De modo que era famosamente conocida la norma de que si alguno de los dos aceptaba una invitación, el otro la rehusaba. Y aquellos que aún se afanaban a tildarlo de “Príncipe”, era siempre con cierto retintín, una palabra vacía impregnada de burla. Un recordatorio constante de su mala fortuna, de su maldita situación.

-¿quizás prefiera revisarlo más tarde? –preguntó su “minordomo” recientemente contratado.

Neji, sorprendido, alzó la mirada mientras Yukito depositaba un paquete de correspondencia al lado de su plato. Normalmente era su secretario de Konoha quien le llevaba las cartas.

-¿Dónde está Usui hoy? -preguntó al mayordomo.

-El señor Usui tiene sarampión. Se ha trasladado a las afueras hasta que ya no pueda contagiar a otros. Me ha pedido que le diga que siente enormemente no poder estar a su servicio en los próximos diez días.

-Mándale una nota y asegúrale que prefiero un secretario ausente que uno enfermo. Díle que se quede en su casa de campo hasta que esté plenamente recuperado.

-Sí, señor. –Yukito se retiró.

El Hyuga echó un vistazo a las cartas, mirándolas de pasada.

Una invitación para él y Tenten a cenar en casa de Rock Lee. Esa mañana, su amigo era claramente más optimista que él sobre el estado de su matrimonio. Un informe de su administrador sobre el estado de sus bienes en Konoha. Una factura de su sastre y otra de su zapatero, ambas por los conjuntos que llevó durante sus salidas con Tenten. Otra carta de Yamanaka Ino.

Se detuvo ante el sobre cuadrado, doblado y liso de papel delicadamente perfumado. Al menos, tenía que admirar la persistencia de aquella mujer; ¿cuántas cartas le había enviado hasta ese día?, una docena al menos. Las primeras que había leído eran, respectivamente, una oda de su posesividad, después una reprobación por su fría contestación y, más tarde, una condena por su falta de atención. Después, había ignorado el resto, que no se había molestado en leer ni en contestar. Había oído que ella se había ido de vacaciones al país de la Tierra y que no volvería hasta el día de su cumpleaños número 23, dentro de cuatro días. Esperaba que siguiera allí, así que echó la última carta al fuego sin abrirla.

Se guardó tan sólo el informe de su administrador, que podía leer de camino a la mansión Uzumaki, y la invitación, sobre la cual preguntaría a Tenten antes de contestar, y abandonó la mesa de desayuno. Dio instrucciones a Yukido para que dejara las facturas en la mesa de su estudio para que el secretario hiciera los pagos a su regreso, y luego subió a darse un baño y afeitarse. Mientras llevaba a cabo la rutina de la mañana, Neji trató de prever el siguiente movimiento de su mujer. Tenten podía resultar tan impredecible como el tiempo, pero si tuviera que apostar lo haría por que ella se negaría a verlo y lo obligaría a ir ante el Consejo, a juicio, para hacerla volver.

Sin embargo, cuando llegó a la residencia Uzumaki esa tarde, se encontró con que ella no se negaba a verlo ni tampoco aceptaba. Por el contrario, había abandonado la aldea. Había huido.

Continuará…..

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*/Kami/: Dios en japonés

sábado, 22 de junio de 2013

N-T: orilla de lágrimas

Capítulo 16: Lluvia

La idea de amistad no era lo que Neji tenía en mente mientras vagaba sin rumbo fijo. Pensaba en el amor. ¿Qué era el amor? Los poetas escribían sobre ello, todo el mundo se enamoraba constantemente, hablaban de ello o sufrían por ello, pero ¿qué era en realidad?

Pensaba en Sasuke. De todos los hombres de este mundo, habría señalado al Uchiha como el único que jamás se casaría y, sin embargo, lo había hecho. Neji no podía averiguar qué tenía Sakura para que el caradura más famoso de Konoha se enamorara de ella de esa manera. Era una mujer bella, sin duda, y amable, pero Sasuke estaba loco por ella, tan loco de amor que su intensidad llegaba a asustar.

Hacia el final del sendero había una curva, Neji comenzó a tomarla pero, de pronto, se detuvo en seco, echó la vista atrás y miró hacia el cielo. La noche era fría y el contacto del aire con su piel le sentaba bien. Siempre podría volver a la Academia si empezaba a llover, había recorrido un largo trecho…

Había varios tipos de amor, suponía. El pensamiento de su prima Hinata le trajo recuerdos de su niñez, vagos recuerdos de sus abrazos y sus risas y el terrible vacío que quedó en su interior cuando ella murió; al igual que el de su tío, quien fue como un padre para él. Había pasado mucho tiempo sin pensar en ellos porque, cuando lo hacía, le dolía como una herida abierta.

Pensó en Shino y Lee, amigos por los que siempre se había preocupado, y que siempre se habían preocupado por él, amigos cuyo afecto y confianza estaban fuera de toda duda.

Pensó en la primera amante que había tenido, Reiko, mejor amiga de la infancia de Hinata y niñera eventual de su otra prima más menor Hanabi (ahora el único pariente vivo que le quedaba), y en cómo cuando Reiko se casó con “un vendedor” en vez de con él, estuvo siete días bebiendo, varios meses deambulando por ahí, y consiguió terminar con aquello. Si hubiera sido amor real, amor verdadero, ¿se habría recuperado tan fácilmente de ese modo? Seguramente no.

Enfrente de él, tras la curva, el sendero desembocaba en un amplio parque, y esa visión lo sacó de su ensimismamiento. Hizo un alto y se dio cuenta de que se había equivocado de camino. Debería haber girado al este, pero había ido hacia el oeste, y ahora contemplaba las imponentes puertas de hierro que rodeaban la vivienda de su mujer.

¡Maldita sea!, ¿es que todavía no había tenido suficiente? Si le quedaba algo de inteligencia, debía irse de inmediato, irse lejos, encontrar a una mujer que lo acogiera en su cama.

Pero, en vez de dar media vuelta, Neji se aventuró hacia el parque, hasta que se encontró ante las puertas del caserío. Se agarró a los barrotes, contemplando, a través de la verja de hierro forjado, el lugar donde su mujer había estado jugando con un bebé hacía justo unas pocas horas.

Pensó en sus padres, que nunca habían sentido amor el uno por el otro, y la ironía de que su matrimonio se hubiera truncado no se le escapaba. La frialdad que su madre y su padre se demostraban el uno al otro era algo que recordaba desde su infancia con claridad meridiana, y a pesar de sus esfuerzos, había conseguido que su matrimonio fuera el mismo simulacro falto de amor que el suyo.

Comenzó a llover, una ligera llovizna que manchó su abrigo y mojó su camisa. Ahora, el aire era frío y sabía que era estúpido quedarse allí. Debía regresar antes de que la llovizna se convirtiera en un aguacero y acabara empapado.

Dio media vuelta, pero en vez de marcharse, se recostó en la verja de hierro y miró a la sala iluminada de la casa de los Uzumaki. El fulgor de una cabellera brilló en la ventana. Era el cabello deTenten.

Pensó en la joven que era ocho años atrás, la joven abierta, vulnerable y apasionada que lo adoraba de una manera que ella definía como amor. Él se había preguntado entonces y se preguntaba ahora cómo podía alguien enamorarse en una sola noche, después de dos bailes y un poco de conversación, sin conocer a la otra persona. Eso no podía ser amor porque no era real. No lo había creído entonces y no lo creía ahora.

Sabía desde el principio que tenía poder sobre ella, pero hasta ese día no lo había entendido. En contra de los deseos de su hermano, sabiendo que era un bala perdida, ella se había casado apenas unos meses después de haberlo conocido, cuando ninguna mujer sensata lo habría hecho nunca. Porque ella lo amaba.

Neji se pasó la mano por el pelo mojado y se secó la lluvia del rostro. ¿Qué tenía el amor para lograr que las personas perdieran el sentido común?

Permaneció de pie, en el parque, durante largo tiempo, bajo la llovizna y la niebla, contemplando las ventanas de la casa de Tenten y sin encontrar respuestas a sus interrogantes.

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La princesa y sus favoritísimas zapatillas de felpa con forma de conejo estaban ante la recién encendida chimenea de su estudio. Un pequeño banquillo color pardo y almidonado servía a la trascendental tarea de felpudo real, es decir, que los pequeños pies de Tenten estaban como querían en esa superficie de terciopelo. El ambiente en la habitación al fin había dejado de ser frío y húmedo, regalando a su olfato un agradable bálsamo al papel de pergamino o de cuero y tinta.

Nadie se encontraba en la casa a esas hora de la noche, Naruto, Tintin y Kinto habían acudido a ver al “señor del castillo” (papá), para presentar sus respetos ahora que habían convenido en dejarse caer por al villa de la nieve. Lila después de la charla pro defensa de Neji se había escabullido del salón y no la había vuelto a ver más, suponía que se habría retirado a sus aposentos…quizás hasta tuviese una cita secreta con el Kazekage…de ella…quien sabe…

Tenten se desperezó en el sillón, acurrucando los hombros contra los negros cojines de plumas con la idea de leer hasta quedarse dormida. Pero no parecía que el sueño fuera a dominarla. El vapor de su té ni siquiera se había condensado, y tan sólo iba por la segunda página de la novela de EvaRS cuando una voz la interrumpió.

-Hola, Tenten.

Sorprendida, miró a Neji, que estaba en el umbral de la puerta, soltó el libro cerrado y dio un respingo.

-¿Qué haces aquí?

-Entrando en calor y secándome -dijo apoyando un hombro en el umbral, mientras ella lo contemplaba, dándose cuenta de que estaba hecho un desastre.

Todavía estaba vestido con la ropa de salir de la mañana, iba despeinado y empapado por la llovizna. Su pelo se había rizado en las puntas como siempre lo hacía cuando el tiempo era húmedo, y su camisa estaba empapada. No quería pensar en él en lo absoluto, pero ahora, en el momento en que había bajado la guardia, ahí estaba. Ella sabía que debía decirle que se fuera pero, sin embargo, se quedó allí, mirándolo, recordando como se rizaba su cabello tras una ducha.

Puede que él hubiera ido a entrar en calor, pero era ella quien estaba empezando a acalorarse, y no tenía nada que ver con el fuego de la chimenea. Se apartó un mechón de pelo que se había escapado para tapar sus ojos, el pantalón de franela y estrellitas así como una vieja camisa ancha y sin color completaban su look, curvó los dedos de los pies en el interior de las zapatillas con conejitos, perfectamente consciente de su aspecto desarreglado.

-Yumi tendría que haberme anunciado tu llegada.

-No la tomes con Yumi, es una sirviente excelente; intentó decirme que no estabas en casa, pero supe que no era verdad y, puesto que tu hermano no está aquí para impedirlo, la aparté a un lado y subí la escalera. Fue feo por mi parte, pero aquí estoy.

-¿Cómo supiste que estaba en casa?

-Porque he estado en el parque las últimas dos horas, y te vi en el estudio, justo cuando se estaba haciendo de noche, antes de que las criadas corrieran las cortinas.

-¡Dos horas! -Tenten lo miró, asombrada- ¿En el parque?, ¿con este tiempo? ¿Para qué?

-¿Acaso no lo adivinas? -la miró fijamente desde la puerta mientras se acercaba, deteniéndose a cierta distancia de donde se hallaba ella- Intentaba serenarme para poder venir y decirte <>.

Él quería arreglarlo, ella sabía lo que eso significaba pero, antes de que pudiera decir algo, lo hizo él.

-Cuando nos peleábamos, decías que no confiabas en mí, y tenías toda la razón. Yo sólo… -respiró profundamente, dejando salir el aire con lentitud, como intentando pensar en lo próximo que iba a decir- Tan sólo quería verte.

-¿Para eso has venido?

-Sí -y sonrió levemente- Sé que es una tontería después de haber pasado dos horas bajo la lluvia pensando en ello, pero empezaba a tener frío.

El calor comenzó a extenderse por todo su cuerpo como la miel caliente, y trató de recordar que tan sólo eran palabras. Él era capaz de decir cualquier cosa y conseguir que pareciera una verdad divina, ¡cómo lo había creído alguna vez! Sin embargo, quería creerlo, realmente quería hacerlo.

Los segundos pasaban lentamente, el reloj dio las diez y media.

-Me voy -dijo, y dio media vuelta- veo que quieres irte pronto a la cama.

-No tienes por qué irte.

¡Qué estaba diciendo! Pero las palabras ya habían salido de su boca y no podía volver atrás, por lo que intentó matizarlas.

-Quiero decir… deberías entrar en calor primero. Si no, puedes coger frío… y eso… eso no estaría bien. -su voz se ahogó.

Neji se volvió.

-¿Quieres que me quede?

Ella miró al suelo, consciente de lo que hacía.

-Sí -“que Dios me ayude”, pensó y, al alzar la mirada, lo vio sonreír- pero sólo un rato -dijo, enmendándolo de nuevo.

Su sonrisa fue aún más amplia, ¡qué miserable!
Se sentó en el canapé.

-Creo que deberíamos hablar de algunas cosas.






“Tenemos que hablar” esa frase bastó para que la sonrisa de su marido se desvaneciera. Lo vio suspirar y alzar su mirada al techo.

-Dios mío, ayúdame. Primero de pie bajo la lluvia, y después tenemos cosas de que hablar –suspiró de nuevo y se quitó el abrigo mojado- Supongo que no serán cosas fáciles, como la política de la villa, por ejemplo, o cómo acabar con la pobreza en el mundo, o cuáles serían las consecuencias de bloquear las leyes del tratado con la Niebla.

Cómo podía manejar la situación, él siempre encontraba una forma de hacerla sonreír. Se sentó erguida en el sillón y Neji, después de colgar su abrigo en el respaldo de una silla, junto al fuego, se sentó a su lado.

-¿De qué quieres que hablemos? -preguntó.

Ella meditó un momento.

-No lo sé todavía -dijo con una risita que sonaba tan nerviosa como realmente se sentía- cada vez que nos sentamos o hablamos, siempre pienso lo mismo, tengo tantas cosas que decir, pero ahora me encuentro un poco perdida.

-Solíamos hablar de muchas cosas.

-Y discutir.

-Cierto -dijo dirigiéndole una mirada penetrante- eso no ha cambiado, supongo que ya te habrás dado cuenta.

-Sí, lo he notado -hizo una pausa y añadió- Hemos estado casados durante casi 8 años y, en realidad, no te conozco, Neji. De alguna forma, no te entiendo, y no creo que alguna vez lo haya hecho. Durante nuestro noviazgo, en los primeros días de matrimonio, siempre me abrí a ti. Te conté muchas cosas de mí, de mi familia y de lo que me gustaba y pensaba. Pero, cuando te preguntaba sobre ti, cómo fue tu infancia o cómo te sentías, o, no sé, cualquier cosa personal, siempre hacías algún chiste o cambiabas de tema.

-¿Y?

-Puede que seas mi marido, pero eres un extraño para mí. Me siento como si debiera ponerle remedio, pero no sé cómo. Si te pregunto algo, ¿me lo contarás?

-¿Sobre mi infancia? Fue una pesadilla y, créeme, ya te he contado suficiente, no quiero oír más y ciertamente no soporto hablar de ello. En cualquier caso, ¿no deberíamos hablar de nosotros?

-¿Si te pregunto algo sobre nosotros y no deseas hablar de ello, cambiarás de tema?

Mantuvo silencio por un momento y luego dijo:

-No, no lo haré. Pregunta lo que quieras, dispara -se recostó en el sofá y volvió la cabeza para mirarla- Pero, prepárate, no puedo asegurarte que te gusten mis respuestas, aunque serán honestas. ¿Es justo?

Al tener exactamente lo que quería, Tenten meditó un momento, preguntándose hasta dónde podría llegar con sus preguntas. Él le había dicho que podía preguntar cualquier cosa, así que iba a aprovechar la oportunidad.

-¿Has amado a alguna de tus amantes? ¿A alguna de ellas? ¿Me has amado alguna vez, Neji?

Ella ya sabía la respuesta, pero nunca le había oído admitirlo, y ahora quería oírlo.

-¿Cuando me pediste que me casara contigo, y me dijiste que me amabas, realmente lo sentías?

-Yo… -se pasó una mano por los ojos y exhaló un suspiro, bajó la mano y la miró a los ojos- No.

Ahí estaba, la verdad desnuda y brutal. Él no trató de explicar sus acciones o justificarlas. Era la respuesta que ella esperaba, una confirmación de lo que había sabido durante ocho años. Pero ahora todavía tenía el poder de hacerle daño. Sin embargo, era mejor una verdad honesta y dolorosa que una mentira. Ya había tenido suficientes.

-Acaso… -replicó; hacerle preguntas era mucho más duro de lo que había pensado. Tomó aire profundamente y lo intentó de nuevo- ¿tienes algún hijo con alguna de las mujeres con las que has estado?

-No

-¿Estás seguro?

-Sí, siempre he tomado precauciones… -él se recostó y se estiró a su lado, incómodo-¡Por Kami!, Tenten, no me pidas que hable sobre estas cosas contigo, no puedo hacerlo.

-Mucha gente dice que el hijo pequeño de Matsuri Sato es tuyo, aunque su marido lo haya reconocido.

Neji se acercó más a ella.

-No, Tenten, no. Te dije que no era mío, ya sé que ese rumor ha estado circulando durante años, pero no es verdad. Además, sería muy fácil de comprobar ¿verdad? –señaló sus ojos- línea de sangre, es hereditaria, imposible deshacerse de ella.

Aunque ella sabía que podía estar mintiendo, lo creyó. Prefirió creerlo y, con esa elección, sintió una profunda sensación de alivio.

-¿Puedo preguntarte algo? -dijo él, e hizo una pausa- Me amabas, ¿por qué?

Sorprendida no sólo por la pregunta, sino por la repentina intensidad de su voz, lo miró fijamente.

-¿Por qué te amaba?

-Sí, por qué, quiero decir, ni siquiera me conocías. Incluso hoy en día, como has dicho, no nos conocemos y, sin embargo, me dices que me amabas, eso es algo que encuentro extraño, Tenten. ¿Por qué te enamoraste de mí?, de un tipo como yo.

Frunció el ceño; había algo en su rostro que a ella le recordó a un niño en la escuela que esperara una explicación de un complejo problema matemático. Esperaba una respuesta que tuviera sentido. Alzó la mano en señal de ayuda.

-No lo sé, supongo que porque tú lo hacías todo muy fácil. Dondequiera que estuviera, el mundo era bueno y maravilloso, y yo era feliz. El cielo era más azul y la hierba más verde -ella se recostó y miró hacia otro lado- Suena estúpido, lo sé, pero así es cómo me sentía. No sé decirte por qué, pero te amaba -suspiró profundamente y lo miró- Te amaba más que a mi vida.

Él alzó la mano para acariciar su rostro, extendiendo la palma sobre su mejilla, los dedos enroscados en su cabello.

-Nunca quise hacerte daño, Tenten. Dios mío, si no crees nada de lo que te digo, al menos créete esto. Cuando nos casamos, tan sólo esperaba estar contento; al fin y al cabo, eso es lo único que se puede esperar en la vida. Pero no era suficiente para ti. ¿Sigo contento?

Ella se apartó.

-Si alguna vez hubieras estado enamorado, nunca tendrías que hacerte esa pregunta.

Sorprendida por sus propias palabras, lo estudió desde la otra punta del sofá, y los escasos metros que había entre ellos le parecieron kilómetros.

-¿Alguna vez has estado enamorado?

Él miró hacia otro lado.

-No

Quizá fuera incapaz de amar a nadie. Ella no lo dijo, pero esa conclusión nunca pronunciada quedó flotando en el aire. Se volvió, inclinándose sobre el sillón, y miró al frente.

-Tú nunca has estado enamorado, ni de mí ni de ninguna otra mujer. En realidad, tampoco estás enamorado de mí ahora, así que dame una buena razón para que considere la idea de volver contigo. Otra que no sea la de estar casados y no tener otra elección porque nuestra sociedad se rige según ciertas reglas.

-Bien -comenzó a acercarse a ella, avanzando hacia su lado del sofá- Porque te hago reír, porque, cuando te beso, te derrites y… todo eso. Siempre me ha gustado -la rodeó con el brazo, ignorando el respingo de ella- Porque, cuando te toco, todo en el mundo desaparece y sólo estamos nosotros. Porque, incluso cuando peleamos, la mitad de mi mente intenta acordarse de cómo te quitabas la ropa. Ésta es la respuesta más honesta que puedo darte.

Tenten no iba a caer en la trampa.

-Por supuesto, nunca has sentido esas cosas con ninguna otra mujer.

-No es lo mismo

-¿Por qué es diferente?

Profirió un sonido que bien podía ser una risa.

-Porque ninguna otra mujer en el mundo me hace sentir tan mal como para querer tirarme de cabeza por la ventana.

-No es suficiente.

-Porque eres mi mujer, y yo soy tu marido. Porque quiero tener un hijo, Tenten, y creo que tú también.

-Te refieres a un heredero.

-No, no me refiero a eso -pero debió de darse cuenta de lo poco convincente que resultaba, dado que ésa era la única razón que tenía para volver con ella, y trató de enmendar la respuesta- Quiero decir, necesito un heredero, sí… pero también quiero tener hijos, ¿acaso el matrimonio no es para eso?

-El matrimonio es un acto de amor -repuso ella, mientras cierta aridez la invadía al hablar.

-Para mí y para la mayoría de la gente que conozco. Pero no todo el mundo considera el matrimonio de la forma que tú lo haces, Princesa, no siempre consiste en amor, ésa es una de las reglas que gobierna nuestras vidas.

Él tenía razón en eso; Tenten pensó en las familias nobles que conocía, y Tintin y Kinto eran una excepción, pues en la mayoría de las parejas de sus amigos, el matrimonio no había sido por amor, sino que era por compromiso y para asegurar la herencia, el tipo de matrimonio que por desgracia tendría su hermano Naruto. Después, vivían vidas separadas y se tenían amantes de elección propia. Ella contempló cómo el futuro pasaba ante sus ojos, un futuro que pensó que había esquivado al casarse con Neji, el de un matrimonio sin amor.

Ella podría tener amantes, supuso, para mitigar la miserable soledad, si quería, pero no se imaginaba que otro hombre pudiera tocarla salvo Neji. Sin embargo, algo le hizo decir:

-Las reglas también son para nosotros, supongo…, es decir, yo podría ser como Matsuri Sato y tener un amante, si quisiera.

-¡No, no puedes! -Las palabras salieron de su boca con una fuerza inesperada, como disparos en la habitación.

-Pero tú sí puedes; de hecho, ya las has tenido, es injusto.

-No, señora -dijo, volviéndose con una mirada desafiante- Mi heredero, Tenten, no el de otro hombre, eso también forma parte de las reglas.

-¿Y después qué? ¿Tú te vas por tu camino y yo por el mío? Entonces podrás tener todas las amantes que quieras, como antes. La única diferencia es que yo seré libre para hacer lo mismo, ¿así es como funciona, Neji? ¿Si vuelvo contigo, así es como nos irá?

-Espero que no.

-Sin amor, ¿de qué otra forma podría ser?

-Desde mi punto de vista, eso depende de ti. ¿Vas a volver a echarme de tu cama?, porque si así es, tendría que buscarme una amante, es así de simple.

-Qué conveniente para ti, que el futuro de nuestro matrimonio dependa por completo de mí.

-Exacto.

Tenten debería haberse reído, pero aquella situación no tenía nada de divertida.

-Si soy una mujer fiel, ¿tú también me serás fiel?

Lo desafió y el mal humor surcó su rostro como una sombra. Él se cruzó de brazos.

-Ningún hombre responde a una pregunta así.

-¿No?, ¿por qué no?

-Si digo que sí, no me creerías. Si digo que no, perdería cualquier oportunidad que tuviera de volver contigo. Si digo que no lo sé, estoy acabado por no darte una respuesta definitiva. No importa lo que diga, siempre estará mal, lo sé.

-¡Esto no es un juego! No se trata de ganar o perder. Lo que yo quiero -se atragantó y trató de enmendar sus palabras-… no, yo merezco una respuesta honesta a mi pregunta. Si vuelvo contigo y soy una esposa fiel que te da un hijo, ¿serás tú también un esposo fiel?

-No lo sé.

Ella bajó la cabeza, mirándolo con incredulidad.

-¿No lo sabes? ¿Qué tipo de respuesta es ésa?

-Una respuesta honesta, ya te dije que ésa no era una pregunta que pudiera contestar bien un hombre, pues no importa lo que diga, nunca te satisfará. ¿Que si haría todo lo posible por ser un marido fiel? ¿Que si lo conseguiría? De nuevo, eso depende de ti. ¿Puedes ser una buena esposa para mí? ¿Puedes ser una compañera afectuosa y amante? ¿Puedo confiar en que no te sumirás en lágrimas y cerrarás la puerta de tu dormitorio? ¿Puedo confiar en que te convertirás en una reina de hielo despiadada cuando las cosas no vayan como tú quieres?

Eso le dolió, se mordió el labio mientras observaba el resentimiento de su rostro, un resentimiento dirigido a ella cuando, en realidad, no se lo merecía.

-Eso es muy cruel por tu parte.

-Tú querías la verdad.

-¡Por Dios! -exclamó, poniéndose de pie, verdaderamente enfadada- me hablas como si no estuviera siendo razonable. ¿Acaso no es razonable que una mujer espere que su marido le sea fiel?

Él también se levantó.

-¿Y tampoco es razonable que un hombre espere que su mujer haga que la fidelidad valga la pena?

El sonido de unos nudillos en la puerta cerrada interrumpió cualquier respuesta que ella hubiera podido dar. Ambos se volvieron y vieron entrar a Yumi, llevando a Okisada en los brazos, con cierta mirada de disgusto en el rostro.

-Perdóneme, princesa -se apresuró a decirle la ahora temporal niñera.

Tenten se sintió un tanto aliviada por la interrupción. Empezaba a entender a qué se refería cuando dijo que no le gustaría una respuesta honesta a sus preguntas.

-¿Qué ocurre, Yumi?

-Lo siento, princesa, pero estoy buscando al señor Kitkat.

-¡Oh, vaya! -Miró a Okisada- ¿Kitkat se ha perdido?

-Me temo que sí -contestó Yumi, sé que el niño estuvo aquí con su hermano al principio de la tarde, así que esperaba que hubiera dejado a Kitkat por aquí.

Tenten echó un vistazo al estudio.

-No lo veo.

-¿Quién es el señor Kitkat? -preguntó Neji entre los sollozos del niño.

-Su muñeco favorito -explicó la niñera, y volvió a dirigirse a Tenten- No sé cómo pude acostarlo sin darme cuenta de que se había perdido, pero debió de ser así. Se durmió sin él, estaba tan cansado. Pero algo lo despertó y debió de descubrir que el muñeco no estaba allí, porque empezó a llorar como si se hubiera vuelto loco. No creo que vuelva a dormirse sin él.

Tenten miró al bebé, que lloraba como si se fuera a acabar el mundo.

-¿Qué pasa, Oki? -le preguntó cariñosamente mientras lo cogía en brazos. Le besó la carita húmeda- ¿Kitkat está jugando al escondite contigo otra vez?

Pero Okisada no se iba a consolar con unos cuantos besos. Lloró más fuerte, y Tenten miró a Yumi con resignación.

-Creo que tendremos que encontrar el muñeco.

-Eso parece, princesa…

Tenten iba a devolver el bebé a la niñera, pero la voz de Neji la detuvo.

-Puedo… -dijo, sacando las manos de detrás de la espalda y mirando hacia otro lado -bueno, no importa.

Tenten lo observó, estudiando su perfil, no había rastro de enfado en su cara, parecía grave y a disgusto, casi avergonzado. No recordaba que Neji se hubiera avergonzado nunca, y no pudo contener su curiosidad.

-¿Qué ibas a decir?

Lo observó mientras cambiaba el peso de una pierna a otra, pero él no la miró, aunque sí dirigió una mirada de incomodidad a la niñera antes de centrar su atención en el bebé.

-Sólo me preguntaba si podía cogerlo –susurró- pero luego me di cuenta de que parecería un poco tonto.

-¿Quieres coger a Okisada? -preguntó Tenten asombrada, dudando si lo había entendido bien- Los hombres nunca quieren coger a los bebés, especialmente a aquellos que tienen tanta fuerza en los pulmones -pero él asintió fugazmente y ella comprendió que así era.

-No es ninguna tontería -dijo y se acercó más a su marido- Aquí lo tienes.

Le ofreció a Okisada, pero él no lo cogió.

-No sé cómo hacerlo -dijo con cierto pánico repentino.

Ella arrimó de nuevo a Okisada a su hombro para demostrarle cómo hacerlo.

-Así, ¿ves?

Él asintió y ella volvió a darle el bebé. Acercándose más a su marido, le puso al niño, que seguía llorando, en los brazos.

Él cogió al bebé con cierto titubeo, indeciso. Tenten apenas podía creérselo. Primero, desconcierto, después, incertidumbre; de todos los hombres del mundo, tenía que ser Neji. Qué extraña se había tornado aquella noche. Neji recostó a Okisada en su pecho con su culito descansando sobre el brazo, cogiendo la cabecita con una mano y sosteniéndolo exactamente en la misma posición que ella lo había hecho.

En ese momento, por alguna razón inexplicable que sólo conocen los ángeles, Okisada dejó de llorar.

En medio del repentino silencio, Tenten contempló a su marido. Parecía que sostuviera un milagro en sus manos, y ella sintió que la tierra desaparecía bajo sus pies. Las discusiones, las palabras injustas y sus expectativas se disolvieron, y una alegría punzante y dolorosa brotó de su pecho. No podía moverse y esperaba que no fuera Cupido quien hubiera arrojado aquella flecha a su corazón.

Neji se echó un poco hacia atrás para observar el rostro del bebé en sus brazos.
El bebé lo miró, y un ligero gesto de asombro se traslucía en sus cejas, como si no supiera bien qué hacer en brazos de un extraño. Entonces, con la carita todavía surcada de lágrimas, sonrió y dijo algo ininteligible que sonó sospechosamente como un gruñidito de afecto.

-Si la gente se entera de esto, no pararán de murmurar. Mejor será que quede entre nosotros, compañero.

El bebé gorjeó como respuesta y Tenten observó cómo alzaba una de sus manitas para tocar la mejilla de su marido. El Hyuga volvió la cabeza y sopló en la palma del niño, haciéndolo reír; Neji parecía gustarle a Okisada sin hacer ningún esfuerzo. Ni siquiera los bebés eran inmunes a su encanto.

Arropó al niño y lo asentó con más seguridad en su brazo, parecía mucho más cómodo ahora que unos momentos antes.

-¡Qué tipo más guapo eres cuando no lloras! Tienes los ojos de tu madre, ningún corazón femenino estará a salvo de aquí a veinte años.

El bebé se estiró y puso su manita sobre el pecho de Neji, hundiendo los deditos en el cabello lacio de su marido. Hizo un sonido de desesperación y lo miró retorciéndose.

-No estás interesado en ser el rompecorazones del barrio, ¿eh?, no puedo culparte. Las mujeres están hechas para que las vidas de los hombres se conviertan en un auténtico caos a la más mínima oportunidad. Es mejor que tengas las cosas claras lo antes posible.

-Eso que dices es terrible –protestó Tenten- Oki, no lo escuches.

-No lo hará -le dijo Neji- pues los hombres nunca tienen las cosas claras.

El bebé empujó el pecho de Neji con ambas manos.

-Pop -dijo- pop, pop.

-Sí, ya lo sé -dijo él como si lo entendiera perfectamente- Gracias por recordarme el asunto tan importante que tenemos entre manos.

Comenzó a caminar por toda la salita, con el bebé en brazos, haciendo todo un número mientras buscaba al señor Kitkat. Mientras miraba bajo las mesas, entre las sillas, continuaba hablando a “mi ahijado” con un tono sabelotodo.

-Lo peor de todo, amigo mío, es que las mujeres son lo más importante para nosotros en esta vida, y ellas lo saben. No es que todas utilicen este hecho en contra nuestra, no te preocupes. Pero es importante que un muchacho tenga buen ojo -siguió recto y se detuvo para mirar al bebé, que lo contemplaba con fascinación- Sé especialmente cuidadoso con las preguntas comprometidas –aconsejó- Ellas te las sacarán a colación en cualquier momento. Recuerda mis palabras.

Tenten profirió un suspiro pero Neji no le prestó atención.

-Por supuesto, en esas circunstancias -continuó mientras se dirigía hacia ella- solemos quedar fatal y siempre decimos algo doloroso -se detuvo cerca de donde ella estaba y sus miradas se encontraron- Después, siempre lo lamentamos y nos sentimos como auténticos chacales.

Siguió con su búsqueda pasando a su lado sin pronunciar palabra. Ella ya tenía su disculpa. De todas las peleas que habían mantenido en los últimos ocho años, Neji jamás le había pedido disculpas por nada. Ni siquiera lo había intentado. Tan sólo eran palabras, pero palabras que nunca le había dicho antes.

Sorprendida, se volvió mientras él rodeaba el sillón por el otro lado, donde lanzó un grito de triunfo.

-¡Ah! Aquí está Kitkat!

 Con un gritito de deleite, Okisada abrazó al muñeco con su bracito. Se acurrucó en el pecho de Neji con un balbuceo y un suspiro gratificante. El corazón de Tenten se encogió, y tuvo que volverse porque le dolía contemplarlos. Pensó en lo que él quería de ella y que no estaba dispuesta a darle. Sin verlos, contempló los libros amontonados sobre el escritorio. Un niño era imposible, tenía que serlo. Ese sueño hacía mucho tiempo que ya se había desvanecido.

Cogiendo fuerzas mientras se volvía para mirarlo Tenten hizo un gesto para que Yumi cogiera al pequeño. La niñera se dirigió a Neji, que rechistó, reacio, pero Tenten no podía soportar más verlo con el niño.

-Debe volver a la cama, es tarde.

-Claro.

Le dio el niño a Yumi, que se marchó con él al dormitorio. Okisada estaba tan cansado o tan feliz del regreso del señor Kitkat que no pareció importarle verse privado de los encantos de su marido. En la estancia no se oyó ni un sollozo desde el otro lado de la puerta cerrada.

El silencio resultaba embarazoso y desconcertante.

Él dio un paso hacia ella.

-Tenten…

-Es muy tarde -dijo retrocediendo otro paso y protegiéndose tras el escritorio.

-No es tan tarde -y continuó caminando hacia ella con pasos lentos y deliberados, dándole suficiente tiempo como para evitarlo. Pero, por alguna estúpida razón, ella no lo hizo.

Se puso en frente de ella, sus pestañas gruesas y oscuras bajaron una fracción de segundo, y cogió su cabellos ondulado entre las manos, se los llevó a la boca y los besó, oliéndolos intensamente.

-Jazmines.

Tenten sintió cierta agitación interior y se agarró con fuerza al borde del escritorio que quedaba tras de sí. Pensó en todos aquellos sueños románticos e imposibles de su infancia y se repitió a sí misma que, ahora, esos sueños se habían desvanecido.

Neji le colocó el cabello por encima del hombro y dejó que cayera por su espalda. Después, cogió su rostro con ambas manos y pasó los dedos por sus pómulos, trazando ligeramente los ángulos de su nariz, por el arco de sus cejas. Entrelazó los dedos en el nacimiento de su pelo y cubrió sus mejillas con las manos, acariciando sus labios con los pulgares. Hizo todo eso sin mirarla a los ojos, manteniendo la mirada fija en sus manos y en sus rasgos mientras los iba acariciando. Cada movimiento era deliberado y tentativo.

Al poco tiempo, empezó a acariciarla por el cuello, descendiendo poquito a poco; pasó su otra mano por la cintura de Tenten, sobre la azulada tela de su pantalón pijama.

-He venido aquí por una razón -le recordó, y entonces la miró a los ojos- he venido a besarte y a arreglar las cosas.

-No dijiste nada acerca de un beso.

Él cubrió su boca con la suya, sonriendo. El beso de Neji, tan potente como había sido en el museo, tan potente como siempre había sido, haciendo que fuera tan fácil olvidarse de todo lo que existía en el mundo. Sus manos, tan seguras, deslizándose por sus caderas, acercándola más hacia él, sus dedos extendiéndose por sus nalgas. Su boca, obligando a que la suya se abriera.

Una de las manos de Tenten se soltó del escritorio y acarició la mejilla de Neji, tocando la piel suave. Sus labios se abrieron, mientras ella deslizaba la mano por su nuca y se dejaba besar profundamente.

La lengua de Neji se unió a la suya y sus manos se aferraron a sus caderas, manteniéndola prisionera contra el escritorio mientras él la saboreaba. El beso le pinchó, estremeciéndose por su contacto. Aquellas mañanas con Neji, imágenes eróticas que la habían perseguido durante años, imágenes que finalmente había pensado que estaban enterradas, surgieron de pronto para torturarla. Por su mente pasaron aquellas imágenes de sus manos acariciándola bajo el sol de la mañana, en la enorme cama de caoba de su residencia de casados, y enviaron impulsos eléctricos por todo su cuerpo, obligándola a apretarse más aún contra él. Le rodeó el cuello con el brazo.

Él hizo un sonido hueco contra su boca e interrumpió el beso, se inclinó a ambos lados y, con un golpe, limpió el escritorio, enviando la pila de libros al suelo. Entonces sus manos acariciaron sus nalgas y la alzó hasta sentarla sobre el escritorio.

Rápidamente cogió los bordes de la camisa ancha da su mujer, subiéndola lentamente hasta arremolinar la tela bajo sus pechos. Neji se inclinó y besó la piel suave expuesta, trazando un camino de lava con su aliento, frotando su mejilla contra la calidez de su cuerpo. El sonido era el de dos respiraciones dificultosas armonizadas por la lluvia del exterior, un hermoso telón de fondo.

Las manos de Tenten no se quedaron quietas, se deslizaron por el cuerpo de su marido, desplazándose desde las estrechas caderas a los angostos hombros. Se las ingenió para apartar el algodón y estrujar la tersa carne de Neji bajo la ropa. Sus manos estaban frías en comparación con el calor de su cuerpo, pero eso a él no pareció importarle.

 El placer la invadió, un placer largo tiempo olvidado, un placer que la hacía saltar y retorcerse de excitación. Su mano tiró de sus cabellos y ella se apretó aún más contra él, hundiendo los dedos en su melena de oscura noche, guiando su cabeza hacia su pecho.

Él, terminó de sacarle la pieza de ropa y observó, fascinado, cómo dos pequeños pezones se erguían, sobresalientes; más preciosos incluso de lo que recordaba. Tenten llevaba uno de esos sostenes de encaje negro, con un diseño en hilo de araña y muy reveladores. Neji no pudo resistirse a acariciarlos, al principio dudoso (como si temiese que éstos fuesen a desaparecer) después confiado. No tardó en hundir el rostro entre sus senos, mimándolos con la lengua, provocándolos con las manos; al tiempo que encontraba el cierre de su lencería y la hacía a un lado, como si le ofendiese. Con cada lametón y cada caricia le sobrevenía una sensación punzante, mientras la degustaba, la acariciaba y la sentía contra su cuerpo.

Tenten estaba sumida en la urgencia caliente y demandante de sus manos y su boca. Hacía tanto tiempo que no sentía las manos de Neji sobre ella, tanto tiempo que no sentía esa pulsión salvaje y sensual. Podía oír los sonidos suaves y húmedos que provenían de su garganta, sonidos de deseo desesperado y ansia ardiente, entonces se oyó a sí misma suspirar su nombre.

Él se estiró; moviendo una mano hacia el borde inferior de su pijama, mientras con la otra le sostenía la nuca, abrigándola. Estaba a un paso de deslizar dicha prenda por sus piernas largas, cuando habló:

-Dios mío -suplicó contra su garganta- ¡Cómo he podido perderme esto!

“¿Perderse qué, poseer a una mujer?”

Esa pregunta pasó por la mente de Tenten y, con ella, volvió a la fría realidad, como si le hubieran arrojado agua helada. ¡Dios bendito, qué estaba haciendo!

Tenten se puso rígida mientras la mano de Neji se dirigía hacia sus muslos, y cerró firmemente las piernas, terminando aquella locura antes de que fuera aún más lejos.

-Neji, no -dijo, recobrando la compostura- No.

Él también se incorporó, con las manos atrapadas entre sus muslos, la respiración profunda mezclándose con la de ella.

-Tenten… -extendió la mano contra su piel, consiguiendo que separara los muslos unos centímetros.

Ella lo apartó.

-Deja que me vaya.

El ojiperla titubeó y ese momento de reticencia la hizo reaccionar.

-¡Déjame ir, déjame ir!

Sumida en el pánico, desesperada, golpeó su hombro con la mano, empujándolo. Se movió hacia ambos lados, bajándose del escritorio, recolocándose la ropa esparcida por el suelo, en un esfuerzo por librarse de él.

-Apártate –murmuró- Debo de estar loca, ¿acaso soy masoquista?

-Tenten.

El sonido de su voz la hizo detenerse a unos pasos de donde él estaba. Se giró, abrazándose a sí misma.

-No puedo creer con qué facilidad me pierdo y cuán a menudo -dijo, golpeándose la frente con el puño, una, dos y tres veces, preguntándose qué demonios había pasado por su cabeza- ¿Cómo puedo ser tan, tan estúpida?

Neji la contempló, con la respiración todavía entrecortada, su rostro mostraba cierta incredulidad, pero muy diferente de la de ella. Dio un paso hacia su esposa, tratando de alcanzarla.

Ella lo evitó, poniéndose fuera de su alcance.

-No puedo culparte, eso es lo peor, no es que me hayas mentido esta vez o cualquier otra cosa. Has admitido que nunca me has amado, ni siquiera puedes prometerme que me serás fiel y, sin embargo, media hora después estaba dispuesta a entregarme a ti. ¿Dónde he dejado la cabeza, dónde mi autoestima?

-¿Autoestima? -se pasó la mano por la cara, aspirando el aire en bocanadas profundas- Dios mío, tu autoestima no es el problema, ni tampoco tu cabeza, es tu elección.

-Siete años sin ti, construyendo mi propia vida -continuó ella, ignorándolo- Y sólo unas cuantas salidas contigo, un par de besos robados y me comporto de forma tan sumisa como cualquiera de tus putas.

-¡Eres mi mujer! No hay nada de malo en querer hacer el amor con tu marido, y tú lo deseabas, ¡maldita sea, claro que sí! ¿Por qué no has continuado? se mesó el cabello con las manos y se dirigió a ella pronunciando otra blasfemia- ¡Por Dios, Tenten! -dijo por encima del hombro- A veces me desespera entenderte.

-Me gustaría que te marcharas.

Él le dio la espalda y cruzó la habitación, poniendo más distancia entre ambos, y alisó su ropa mientras ella alisaba la suya. Ninguno de los dos pronunció palabra y, tras unos minutos, se dirigió a la silla donde había dejado su abrigo, al principio de la noche. Se lo puso y añadió:

-Las tres semanas han terminado, vendré por ti mañana por la tarde. Es mejor que decidas esta noche en qué casa quieres vivir; si no, los Uzumaki pueden esperar una demanda del Consejo al día siguiente.

Tenten empezó a rechistar pero, cuando él se volvió para mirarla, no pudo más que callarse. Ahora, veía el despecho en su rostro, despecho ante sus deseos, el desafío en sus cejas arqueadas, torvo orgullo, una pose de determinación. Ella conocía ese gesto muy bien, no tenía sentido discutir.

-Te doy mi palabra -le recordó con voz dura y seca, y añadió- Quiero una compañera que me desee, así que no tienes que preocuparte de exponer tu cuerpo para que lo tome. Dios me libre de tratarte como a una ramera.

Y haciendo una inclinación, se marchó. Para él era suficiente con decirle que no se preocupara. Pero, la preocupación no era el problema, no era la preocupación lo que la hacía retorcerse de ira y desear coger el siguiente barco al país de la Cascada.

El problema era que el hombre que tanto daño le había hecho y al que ella debería odiar podía sostener a un bebé que lloraba en brazos y hacerlo reír. Es más, él todavía podía hacerla reír, incluso después de lo que le había hecho. Podía conseguir que ella temblara como un flan cuando la besaba y que ardiera cuando la tocaba. Podía enamorarse de nuevo de él, era así de fácil, tan fácil decirle que sí y darle lo que pedía, sin obtener nada a cambio, ni siquiera una promesa de fidelidad.

No, no estaba preocupada, estaba aterrorizada.